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Érase una vez una pequeña y bonita estrella sin puesto asignado en el cielo. Dios la había creado, igual que a todas sus iguales, el cuarto día de la Creación, pero a ella no la colocó en su lugar en el cielo. A aquella bonita estrella tan especial, la dejó a cargo de un ángel torponcillo que sólo sabía volar dentro de la estela que dejaba a su paso el Creador y que, por ese motivo, fue nombrado por el arcángel Gabriel, Rastro de Dios.
Durante años, el resto de criaturas celestiales, se preguntaron cual sería el sino de aquella estrella. Con el tiempo, simplemente, sintieron lástima de ella y del angelillo, y pensaron que la estrella había sobrado y que Dios, tan bondadoso como era, no había querido deshacerse de ella y de aquel ángel que no servía para mucho y había decidido dejarlos allí, sin más.
Y pasaron muchos más de mil años y, una fría noche de diciembre, Dios se acercó a la estrella, puso sus manos sobre ella y le infundió la magia de su estela divina. A Rastro de Dios, le indicó las coordenadas de una ciudad llamada Belén que se encontraba en el planeta Tierra. En un humilde portal de esa ciudad, había nacido el Niño Dios y la Estrella que nunca tuvo sitio asignado sería la encargada de señalar el lugar exacto donde yacía aquel pequeño tan grande, guiando a todos aquellos que quisieran acercarse a adorarlo. Rastro de Dios sería el responsable de transportar a la estrella hasta allí y así lo hizo en aquella primera Nochebuena del mundo, hace ya más de dos mil años. Volando por el cielo, la Estrella, que tenía dentro el poder de la estela de Dios, iba dejando un rastro de luz, que permitía que el pequeño ángel volase. Rastro de Dios colocó la estrella en en lugar previsto y bajo a la Tierra para cumplir su siguiente misión: fue el ángel vigía del Portal de Belén, pues se convirtió en ángel de la guarda del Niño Jesús. La Estrella de Belén quedó sola, suspendida en el firmamento, y siguió brillando y brillando con todas sus fuerzas para que su resplandor llegase a todas las partes del planeta. Gracias a ella se acercaron a adorar al Niño habitantes de todo el mundo ofreciendo al recién nacido sus humildes presentes e incluso se presentaron tres Reyes Magos de Oriente que se postraron a sus pies ofreciendo oro, incienso y mirra.
Tanto se esforzó la Estrella en acrecentar su fulgor que quedó sin energía para sostenerse por si misma en el cielo. Una nube que pasaba por allí, llamada Claudio (y que era tatata…rabuelo de Claude), se dio cuenta de que la Estrella estaba a punto de caer. La subió en su esponjoso lomo de algodón y la posó en la cúspide de un abeto en el bosque más cercano. Y así fue como nació el primer Árbol de Navidad. Todos los animalillos del bosque se sintieron atraídos por el calor y resplandor y descubrieron aquel árbol engalanado coronado por una preciosa estrella a la que pidieron sus deseos.

La nube Claudio, se despidió de la Estrella y salió rápidamente hacia Laponia a ofrecer, como cada año, su ayuda a Papá Noel y le explicó lo ocurrido con la Estrella. Papá Noel tuvo una fantástica idea: tenía que conocer a la Estrella de Belén para aliarse con ella. Muchas personas y animales habían dejado de creer y ya no le escribían cartas pero, quizá sí formulasen sus deseos a las estrellas. Si Papa Noel conseguía cumplir los deseos de aquellos que habían perdido su fe en él, volverían a recuperarla y la Magia de la Navidad sería mucho más poderosa.

De este modo, Papa Noel, la Estrella de Belén y Claudio la nube, urdieron un plan para conocer los deseos de los habitantes de la Tierra que todavía sigue funcionando a día de hoy. Claudio la nube pasó su testigo a la siguiente generación y así sucesivamente, y hoy, es Claude el encargado de llevar a cabo tan importante misión.
La Estrella de Navidad descansa y recupera fuerzas durante el año en un hangar en el cielo. Cada año, a finales de noviembre, Claude acude al hangar a recoger a la Estrella de Belén, juntos sobrevuelan el mundo y Estrella de Belén escoge el árbol en el que pasar la Navidad de ese año. Cada año escoge un árbol distinto y en diferente lugar, para que todo el mundo tenga la oportunidad de admirar la Estrella y pedir su deseo directamente a ella (y porque les gusta ver mundo, para que nos vamos a engañar). Una vez instalada Estrella en el árbol de Navidad, los elfos de Papá Noel, serán los encargados de decorar el Árbol de Navidad Oficial. Mientras tanto, la estrella les susurra los deseos que contiene.

Papa Noel, también va a visitarla, conversa con la Estrella, recuerdan anécdotas de tantos y tantos años y la estrella le transmite los deseos de aquellos que se han olvidado de escribir su carta o, simplemente han perdido la esperanza y ya no creen en Papa Noel, pero si en la magia de las estrellas.

Quien sabe quizá este año la Estrella de Navidad se encuentre coronando el Árbol de vuestro pueblo o ciudad. Así que, cuando paséis a visitarlo fijaos bien en la estrella. Poneos junto al Árbol, bien rectos, juntad vuestros pies, cerrad los ojos bien fuerte y formulad vuestro deseo, abrid los ojos y mirad a la estrella… Puede que vuestros deseos se conviertan en realidad la mañana de Navidad… Yo, por si acaso, ya he pensado el mío!
¡¡FELIZ NAVIDAD!!

Nota: Parte de la historia está basada en el cuento «Rastro de Dios» de Montserrat del Amo. La canción navideña es «Christmas Star» dirigida por John Williams para la película «Solo en Casa 2»