Historia de Lápiz y Goma

Lápiz y Goma se conocían de la papelería a la vuelta de la esquina. Solían observarse con curiosidad a través de la transparencia de la bandeja de metacrilato que los separaba. Lápiz tenía un montón de amigos lápices y Goma un montón de amigas gomas que habitaban en sus respectivas bandejas. Eran vecinos, pero no sabían nada el uno del otro, igual que suele ocurrir en los vecindarios de las grandes ciudades en los que todo el mundo anda preocupado por la falta de tiempo.

Una mañana, una mano los escogió a ellos de entre todos los que había en sus respectivas bandejas. Siempre se habían preguntado que ocurría después de eso. Habían sido elegidos por La Mano. Una emoción entre curiosidad y miedo se apoderó de ellos. Los metieron dentro de un estuche con cremallera. Y allí estaban, finalmente, los dos.

Lápiz enseguida se presentó. Era un objeto muy hablador, con un vocabulario muy rico, pues le encantaban las palabras. Era también muy impulsivo, creativo, soñador y alegre.  Solía escribir todo lo que se le pasaba por la cabeza sin pensarlo demasiado. Goma era todo lo contrario, mucho más tímida y parca en palabras. Nunca sabía que decir y, a menudo, se arrepentía de las cosas que decía. Era muy perfeccionista. Nunca estaba satisfecha con nada y también era muy cerebral.

Pronto se dieron cuenta dentro de aquel pequeño espacio con cremallera de que tenían muy poco o nada en común (a pesar de los intentos de Lápiz por entablar conversación y ser amigo de Goma). Cuando los sacaban a pasear por la mesa del pupitre, Goma intentaba situarse los más lejos posible de Lápiz, al que consideraba un narcisista pesado con ínfulas de artista. Al escribir en los cuadernos o dibujar en el bloc de dibujo, Goma siempre se empeñaba en que los trazos de Lápiz no eran perfectos y los perseguía para borrarlos de un plumazo.

Pasaron los días, semanas, meses… y, a pesar de no llevarse bien, Lápiz y Goma, se habían acostumbrado el uno al otro y, a su manera, se tenían cariño. Es difícil no acabar siendo amigos viviendo en un estuche cerrado con cremallera. Lápiz pensaba algo más lo que escribía y Goma borraba sólo cuando era estrictamente necesario. Aunque también les gustaba jugar al “pilla-pilla” y escribir y borrar sólo para divertirse.

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Imagen de Caperu creada con pngs de es.pngtree.com

Poco a poco, comprendieron que se necesitaban el uno al otro. Eran complementarios. Podría decirse que no existirían el uno sin el otro. Igual que la alegría no existiría sin la tristeza. Un lápiz no tendría sentido sin una goma que permitiera borrar los errores cometidos y menos sentido aún tendría una goma sin un lápiz. No en vano, históricamente, las ventas de lápices se dispararon cuando se inventó la goma.

Con el tiempo y el uso, Lápiz y Goma cada vez se hacían más pequeños. A fuerza de hacer mina y borrar, iban desapareciendo. Hasta que, finalmente, dejaron de existir. Pero para siempre quedaron las historias que juntos escribieron en cuadernos y libretas y los dibujos que crearon juntos. Lápiz fue una varita mágica que me permitió sacar todo aquello que llevaba dentro de mi cabeza y Goma, se encargaba de perfeccionarlo, hasta que pudiese dar lo mejor de mí.

¡Feliz vuelta al cole a todos!

Os dejo con el tema musical que he escogido para esta historia. Es el clásico «You’ve Got a Friend» de Carole King. Imaginad que la cantan ellos, Lápiz sería James Taylor y Goma Carole King.


Cenefa Claude

P.D.: A todos los lápices y gomas que han pasado por mi vida. A todos les guardo un respeto muy especial. Por permitirme expresarme mejor de lo que lo hago hablando. Por ayudarme a contar todas estas historias, por ayudarme a encontrar a Claude

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