Chica conoce… nube

Una nube no se cuela en tu habitación todos los días. Por lo menos, a mí, no me había ocurrido nunca. Siempre había creído que las nubes vivían en el cielo. Aunque, si lo pensaba bien, la niebla es una nube gigante que puede flotar, incluso a ras de suelo. Pero  lo que tenía delante no era niebla, era una nube perfecta. Era una nube, por definición. La imagen que se dibujaba en mi cabeza cuando pensaba en la palabra “nube”.

¿Hablarían las nubes? ¿Escucharían? No había otro modo de saberlo que probar…

Yo: ¡Hola nube! ¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasa? ¿Puedo hacer algo por ti?

Nube: …

La nube no decía nada, sólo temblaba y llovía. Cerré lentamente la ventana, para que no se asustase pensando que quería atraparla. Además, quizá temblaba porque tenía frío. No sabía muy bien que hacer. No sabía que necesitaba una nube o si podía ofrecerle algo de comer o beber. Parecía triste.

Yo: ¿Puedo ayudarte en algo?

Nube: …

Cuando las personas están tristes, se les suelen dar unas palmaditas en la espalda expresando apoyo. Pensé hacer lo mismo con la nube. Siempre había querido tocar una nube. Curiosidad infinita. ¿Cómo sería? ¿Sería como el algodón? ¿Mojaría las manos? ¿A qué huelen las nubes? (igual los del anuncio, lo preguntaban porque las habían olido alguna vez). Muchas veces me había hecho todas estas preguntas mirando hacia el cielo, mientras viajaba en coche, tomaba el sol en la piscina o en la playa… Siempre me habían fascinado las nubes y ahora ¡tenía una en mi habitación!

Creí que sería mejor dejarla tranquila. No quería asustarla. Decidí traerle algo para beber. Una infusión de frutos rojos estaría bien: calentita, rica y básicamente compuesta de agua que es también de lo que se componen las nubes. Se la ofrecí y la aceptó. Se la bebió como beben las nubes, absorbiendo el vapor de agua de la infusión y tornándose de un color rosado. Parecía encontrarse mejor. Le había gustado. Me sonrió. Supuse que fue su manera de darme las gracias (parecía que las nubes no hablaban).

Yo: De nada. ¿Quieres que abra la ventana? ¿Quieres salir?

La nube rotó unos cuarenta y cinco grados sobre sí misma, a un lado y al otro, a un lado y al otro. Eso debía de significar que no. No quería salir. Quizá tenía miedo de la tormenta.

Claude_ventana

Y se quedó conmigo en mi pequeño piso.  Al principio, yo sentada en mi silla de escritorio y ella flotando sobre mi cama mientras escuchaba lo que le contaba. Fui a buscar algo a la cocina y me siguió, me seguía por toda la casa y en cada habitación se iba fijando en ciertas cosas: cuadros, libros, fotos, figuritas decorativas… Parecía que le llamaban la atención. Al amainar la tormenta dejó de seguirme y se quedó quieta junto a la ventana. Quería marcharse. Abrí la ventana y poco a poco subió, flotando, volando hacia el sol, más allá del arco iris que se había formado después de la tormenta. Yo me quedé allí, mirando por la ventana, hasta que dejé de adivinarla en el azul infinito del cielo. Un destello y desapareció.

Yo pensé que nunca volvería a verla…

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Nota: Foto Pinterest retocada por Caperu.

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